domingo, 3 de mayo de 2009

Persistencia de la memoria

La tarde llegó calurosa, después de haber tenido una mañana tibia. El hombre del apartamento en el 6to piso del lugar había llegado con un bonche de libros, agua, café y coca cola. Subió las escaleras, no sin antes saludó al portero de una manera mecánica, con el gesto de amabilidad que se caracterizaba en él. Sus jeans de mezclilla y la playera negra favorita, lo delataban fácilmente; los zapatos de minero, en su andar pausado.

Ascendió por los 50 escalones, hasta llegar a la puerta, buscó en su bolsa la llave, que la traía en el lado derecho.
Filósofo, su gato salio con su cola levantada, dejo las cosas el hombre en la mesa. Acaricio al gato que se le repegó entre las piernas, se quitó la playera y la aventó al azar en uno de los sillones, abrió las ventanas para que entrara el leve viento de la amplia avenida. Entre los libros que estaban las obras de Carlos Fuentes y Salvador Elizondo. Encendió su ordenador, para luego prepararse una taza de café americano.
Por su mente fluían las ideas y los sentimientos de un hombre solitario, encantado y a la vez desencantado de si mismo.
Con su trabajo adquirió un apartamento sencillo, en el que su perro Marmaduke, tenía espacio en la parte trasera, en el patio, la puerta estaba abierta y se había metido. El gigante se le subió, ladrándole de una manera tierna.
El hombre de 1.75 de largo, delgado y desgarbado había comenzado a escribir, quizás ahora más abstracto que nunca, el bullicio, las descarnadas carreras del hombre afuera le habían cansado, las imágenes de una ciudad cada vez más ajena a él lo hacían más huraño. El hombre consideraba muchas cosas: El trabajo, la vida, las interrelaciones, su perro su gato, la vida, el consumismo y él que onda.

1 comentario:

  1. La rutina cansa, el bullicio aturde y a veces uno quisiera cambiar de aires.

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