martes, 19 de mayo de 2009

No sè


Éxtasis

Para: La pasión absoluta

Pedro vio cuando Eva pasó a lo largo de la sala. Vestía una bata de dormir ligera con encajes, de bajo de ella se mostraba una tanga roja, que resaltaba las anatómica figura color medio moreno claro, las zapatillas de tacón resaltaban los glúteos. Mientras ella se dirigía a recoger los vasos de la mesa, que se habían usado para la visita de aquella pareja de novios que conocían a la misma Eva.

Eva no se percató de la presencia de aquel electricista, pues hacía diez minutos que había subido a la azotea , a revisar una falla en el cableado.
Pedro, aparentó abrir un apagador, pero su interés se encaminaba a ella, que le había puesto en jaque su orden mental. Se agacho lo más que pudo en la habitación, mientras Eva limpiaba la mesa de madera que estaba en el centro de la sala. Se veían los muslos, y un trasero encantador, su pelo largo, se enrollaba en parte de la espalda y los hombros, esa situación mostraba un deleite inexplicable.

Al momento de poner los vasos en la charola, la dama vio aquel hombre, como por instinto púdico, exclamó: -disculpe, no sabía que estuviera abajo, y es que hace unos minutos lo vi subir la azotea-
Pedro respondió, con la cara sudorosa- No se preocupe, ya mero terminó- vaciló un poco con el desarmador en sus manos, que se la cayó.

Ya se donde está la falla, es más no voy a cortar el subministro eléctrico, así que puede continuar con sus actividades. Ela parecía natural, mientras Pedro intentaba hurgar en su cajón, nervioso, muy nervioso.
Así pasaron los minutos, la excitación frente a Eva resultaba una confusión, el se frotaba la verga, sobre el ya casi a reventar la cremallera, mientras ella limpiaba los vidrios de la venta, sus zapatillas de tacón se convirtieron en los andenes de la entrada de un Palacio. Esa tela tan ligera, sus senos, todo era un maravilloso paisaje de lujuria, indescriptible, algo fuera de lo normal.

Ella sabía que acontecía, solo dijo: te permito desahogarte. Pedro volteo a todos lados y… sacó su miembro. Ya con un glande rojo profundo, se contorneo, la saliva le escurría por las comisuras de sus labios, cerraba y abría los ojos, ella abría y cerraba sus piernas, de sus oídos Pedro escuchaba, : “Mira, pedro, masturbarte, ahora que no hay nadie, anda hazlo”. El apretaba la mano derecha, subía, bajaba; ella se metía los dedos de lado de la tanguita roja, con la mano izquierda doblaba sus pezones, acariciaba sus senos,
El fresco de la tarde nublada entraba por una ventana que quedó abierta.


Los alrededores pasaron a ser mudos testigos de aquel escenario, un fondo musical de Santana, Mujer de Magia Negra, seguido de la encantadora voz de el baladista norteamericano George Sillver, along again se deslizaba en aquel ambiente erótico en que Eva se sentó: cruzo la pierna, fue el parte aguas, para desembocar ríos de pasiones sin límite. Automáticamente aquel hombre de cuarenta y tantos años, flaco, alto, de pelo raso, parco en palabras se acercó a
Degustar de algo jamás visto en su vida.

Ambos a distancia se disfrutaban, se hacían gestos, hasta que se levantaron, se besaron en un beso que dejo un silencio eterno, sus labios y lengua jugaban, cayeron en el sofá, acomodándose hasta lograr el sesenta y nueve

Sus bocas eran succionadores esplendidos, ella bañaba de orines la boca de él, mezcla de quizás un orgasmo, de un placer eterno. Aún así, el pidió a Eva levantarse, los dos cuerpos desnudos, como figuras imborrables en sus memorias, parados, frente a frente, le volvió a besar en la boca, acomodó la larga cabellera , detrás de los hombros, los mismos que uso para bajarla, hasta llegar a la mitad de su humanidad, volvió a manipular su verga parada, en un letargo, en un mundo de satisfacciones, estallo dentro y fuera de su boca , el semen corrió por las mejillas, para regarse en su cuello, hilillo que bajo hasta los senos, donde los esparció en ellos. El no pudo contenerse, y las extremidades se le desvanecieron hasta quedar exhausto, ella observaba el cuerpo desfallecido, en medio de la letra La Casa del Sol Naciente, de la aguda voz de Erich Burdon y sus animales.

José Santos

2 comentarios:

  1. Insospechados encuentros que dejan los mas gratos de los recuerdos, cuando menos y con quien menos se esperan.

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  2. Esos encuentros son los que dan el sazón a la vida.

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