lunes, 10 de agosto de 2009

Miradas entre Ellos

Miradas que se cruzan

Esperanza tomó su silla y se sentó, quedó a un costado de Juan en el amplio comedor familiar. Él la miraba con detalle a sus ojos, y la deseaba, ella era su cuñada que le encantaba a Juan tomarle fotos. Le parecía una mujer cachonda, deseosa, por la manera como el la percibía. Por su parte Pera, era algo desinhibida, a veces con sus shorts y zapatillas de tacón, zapato-tenis que la hacían mas deseable de lo que ya demostraba por si su cuerpo: complexión delgada, una boca que se antojaba para degustar sus labios y lengua, como los felatios que, por una hora como mínimo. “sentir sus labios alrededor de la puntita, entonces introducir y sacársela al gusto, con la fuerza de su mano de los deseos, tomarle su nuca” y decir muy adentro: “Así, Pera, así, no pares, mientras la respiración se hacía más fuerte, más pausada, se revertía todo” sus labios hacían maravillas.”

Juan por momentos se perdía en un espacio de placer. En ese día viernes, que estaban comiendo; la tarde se mostró nublada, el
comentario variado: que si la comida…, que el agua, días de lluvia, fue el tema.

Juan sintió lo esperado, la rodilla de Pera cerca de la suya, eso le pareció fantástico, entre los dos se metían el pie hasta arriba del muslo, era el preámbulo de una tarde rica, muy placentera.

Juan subió al segundo piso, esperando que se levantaran de la sobremesa todos, y así, con la mirada decirle que le esperaba... Era el momento –pensó Juan- mientras subía con una erección que apenas la disimulaba., minutos después Esperanza subió, Pepe estaba en la habitación cercana al WC, ella se dirigió al baño, mientras que de costado le saco la lengua a Juan, picaramente, guiñándole el ojo, él se asomó por la parte última del escalón y vio que la familia estaba en la sala, preparándose para la función de cine, que los fines de semana hacían…

Espero, con la respiración sostenida, ahí en cuclillas hasta que se cercioró, y dar oportunidad. se dirigió con sumo cuidado, seis pasos, contó mentalmente hasta llegar a la puerta del baño, estaba semiabierta, Pera se encontraba con la faldita short, blanca y una franja azul a los dos costados, las piernas alargadas, los pies grandes, las uñas, todo era factible y erótico ante la mirada de Juan, que sentía la insoportable sensación de entrar en aquella pasión sin salida; esperaba la mirada cómplice, pues estaba con la vista hacia abajo, con el cabello castaño rodeando su rostro; mientras que Juan se masturbaba. En ese momento Pera levanto la cara y sorprendida se abrió de piernas, casi por inercia. Le dijo con el dedo índice, ven, ven, mientras su sonrisa malsana se perdía entre su dentadura, entre una lengua fatalmente enloquecedora, que haría de un cuerpo finito, la eternidad.

Se hincó y quedando en los azulejos fríos sus rodillas, se inclinó con reverencia mística hasta sus pies, sus dedos pintados de color violeta, la besó con toda calma, sin prisas, mientras ella se recostaba su espalda en el depósito de agua del inodoro, en un suspiro que la hizo vibrar, Juan hacía de su lengua el ingrediente básico para deshacerla: subía y bajaba hasta la pantorrillas, mientras sus manos hacían lo mismo, los muslos fueron el bien deseado, la faldita blanca calló, y la boca hambrienta abrió los labios vaginales, plenos de líquido amoníaco, las gotas de orina, aún se deslizaban por el espeso vello negro, no se dio tregua a nada, el objetivo era que ella arrojara su brisa en la cara de aquel hombre., que no dio fin sin obtener líquido salido de aquella hendidura.

La cara subió tal y como estaba, bañada, la lengua subió a su ombligo profundo abdomen y senos, esos diminutos pliegues en la parte frontal que quedaron hasta con los pezones hinchados; el cuello, la nuca, el pelo, nada quedó sin auscultar aquellas manos y saliva envuelta en la lengua y labios. Ella seguía ahí, como medusa, con el pelo suelto, mientras Juan le agarro con el dedo pulgar e índice su lóbulo y al oído susurro: Pera, por favor toma mi pene y mételo en tu boca, ella abrió la boca y lo saboreo con íntimo placer, la destreza de su boca hizo el primer estallido, donde el líquido viscoso salio por los pliegues derecho e izquierdo, tal era la fuerza que en los empujes de aquella cadera se sale de su orificio y alcanza a llegarle a su cara.

El se mantenía con las manos en la nuca de ella, mientras se esperaban, Juan salió a ver si se podría seguir, se pararon y la recostó en la pare de la regadera, le levantó la pierna izquierda y la penetró, mientras le acariciaba sus pezones, una tarde inolvidable se dijeron, mientras se subían la ropa, se acomodaban, el regreso a su cuarto y ella bajo, guiñándole el ojo izquierdo. Juan quedó recostado en la cama con un dejo de satisfacción indescriptible.

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