martes, 5 de octubre de 2010

Para una gran mujer

Antes que nada, solo quiero decirte, que me fue imposible no decirte que la perdida
Contigo ha sido el delirio perpetuo de un dolor, no de adolescente, ni de “enamorado caprichoso” ni de un hombre con marcada patología mental, como lo dirías en tu formación clínica de psicóloga que eres. No, Lupis. Tu ausencia total enmarco la peor pérdida que me aconteció en mis cabales proyectos. Descubrí en ti la madures de una mujer integra, como pocas veces lo experimente. No eres única, pero si un ser que pesa mucho en mi vida interior, en el desánimo de un hombre que discurre en un océano de prisas existenciales, angustias, penurias en este largo y sinuoso camino. No eres respoesable de nada, de nada en lo absoluto, deja que proyecte mis fracasos en este espacio que es el único que tengo para manifestarte, que la última vez que te vi, eso por un accidente, en el que sin más tiempo, escasos 2 minutos, donde cerraron la puerta, porque al parecer mi presencia non grata, para tu mamá y demás compañía es un peligro. No es así, lupis, no soy el desgraciado prángana que hace dos años salio de tu casa y sin más que mis libros, cámara fotográfica, cuadros y escasas pertenencias de vestir, enseres, para dedicarme a rentar cuartos y sobrellevar un recuerdo, que para estos inviernos me cala más allá de lo físico, pues el dolor es de espíritu, aquel para que la medicina alópata no tiene analgésicos, ni puede anestesiar un encuentro que por demás ha sido tan grato, hasta que los excesos llegaros a su límite.

Te recuerdo, Lupis, aquí en este confinado espacio de un cuarto lleno de recuerdos que has dejado en mi vida.

¿Me recuerdas, Psicóloga? Soy yo, esa figura de paja que un día se desvanecio y ahora solo es palabras y mas palabras…

José, Pepe.

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